En italiano o
francés la palabra “extrañar” no existe, en cambio tienen “necesito" o "me hace
falta”. Y lo raro es pensar que al no tener el
concepto, no solo no se usa sino que influye –en su falta o en su
presencia- en la forma de pensar y comprender el mundo. Las palabras son el
camino pavimentado de la razón, es por donde transitamos, es el contacto que
establecemos con nuestro mundo. Y lo que está por fuera del camino es el caos
de la posibilidad, de lo carente de límites –que encaminan la comprensión-. Por
eso me encanta la idea histórica del desarrollo de la lengua, que vayan
surgiendo palabras nuevas no por mera invención sino por la necesidad de
expresar realidades nuevas y formas de
entenderlas. Lo maravilloso es que no sean sólo palabras que se unen al mundo
material por medio de sentidos, sino que muchas de ellas son abstractas y
subjetivas, por lo que agregar nuevos conceptos de este tipo es romper
estructuras mentales fijas y literalmente agrandar el mundo.
Que alguien
entienda “te necesito” a partir de un “te extraño” dice algo sobre cómo siente.
La primera frase tiene un tinte más materialista y egocéntrico (para expresarlo
toscamente), y la otra tiene un dejo de nostalgia encima. Pero esta es una
observación a nivel individual, ¿qué pasa a nivel social/contextual? ¿Por qué
en alguna parte del mundo se precisaría utilizar más una que la otra? ¿Por qué
si son tan diferentes se las identifica? ¿Acaso es el contexto socio histórico
el que propicia determinado tipo de anhelos? O para tocar otro vértice de este
tema ¿por qué queremos creer que existen los mismos conceptos en diferentes
idiomas, por qué pretendemos unificarlos como si el hombre los hubiera ido
develando a forma de materia preexistente? Me hace acordar a lo que decía
Miguel Ángel sobre encontrar la escultura que existía ya escondida dentro de la
piedra. Este tipo de visión tiene que ver con la historia y cómo en el correr
de los años fueron cambiando nuestras creencias; por ejemplo, aquél Miguel
Ángel hoy estaría pecando de idealista.
Es más rico
pensar que no es una búsqueda del tesoro de conceptos ya determinados porque
ellos no pre-existen. Y sin embargo, muchos de ellos se comparten con otras
culturas, entonces se puede pensar que si no son los conceptos los que nos unen
– como entidades necesarias- , quizás somos nosotros mismos como raza quienes
ya venimos con una predisposición a…. ver o sentir de determinada manera. Me
parece increíble que compartamos un piso de entendimiento, aunque sea parcial,
porque eso que se toca afuera en la sociedad no es lo mismo que necesariamente
se toca dentro de un individuo, o entre diversos individuos.
Dije que
nosotros somos el tema en cuestión y no las palabras o “realidades” como algo
original idealizado, pero es medio imposible no caer en idealizaciones cuando
se ve a donde hemos llegado. A veces no puedo evitar ver al hombre como Miguel
Ángel veía a la piedra, las cosas son tan COMO SON, que a veces pareciera que
las bases hubieran estado sentadas dentro de uno esperando a ser activadas. Lo
maravilloso es que sólo se pueden activar por algo externo (porque todo nace
del diálogo) y habiendo tantísima variedad y posibilidad de entornos, tiempos,
personas, situaciones... las cosas terminaron siendo como son hoy. En este mar
de posibilidades que se hayan dado cosas específicas y concretas. Esto y no
aquello. Entiendo porqué alguien creería en la predestinación o en “lo que
tiene que ser” o “lo correcto” (del tipo de valoraciones con las que no estoy
de acuerdo) porque hay cosas que hoy día no pueden no-pensarse.
Por ejemplo se
pueden pensar en aspectos de la personalidad de alguien que si se lo ve hoy día
parecen inevitables, intrínsecos, que vinieron con la persona… pero en algún
momento no-fueron. ¿Cómo es que algo no
haya sido desde siempre? ¿Qué se era antes de eso? ¿Todo es transformación,
dónde está el origen entonces? Podría parecer que aquello siempre estuvo en
potencia, velado hasta ser expuesto por una genial contingencia o ante el
tránsito de un camino que lo llevó a eso. Pero a veces se asemeja más a una
casualidad o accidente… necesario.
Por ejemplo,
pienso en que alguien “descubra” aquello que quiere hacer de su vida, y que eso
es algo tan particular como esgrima, por ejemplo. ¿Cuántas veces en la vida
estamos expuestos a este extraño deporte y cuantas posibilidades hay de que lo
encontremos justo cuando estemos en la sintonía apropiada para recibirlo como
aquello que deseamos hacer? Me gusta el papel que juega el tiempo, los momentos
exactos -que no son todos- para que algo se dé. Creo que la respuesta no es que
hay un solo camino sino que cada camino que se elije es perfecto por el hecho
de ser elegido. No existe LA opción correcta previamente establecida
(¿establecida por quién, un ser superior que dirige todo?). Pensar y regirse
por ella como si fuera algo como otro-de-uno,
invierte absolutamente los motores de la vida, nos vuelve pasivos, cuando es
esa idea imaginaria y avasallante la
que es pasiva en contraposición a la persona
–activa- encargada de armar su camino. Tener semejante idea en mente, ya la
hace imposible de ser alcanzada porque no existe lo puro absolutamente.
Entonces, lo que hace a algo único y “perfecto” es la confluencia del mundo con
el ser en la armonía exacta del tiempo. Se necesita de uno en este acto, y abandonarse ante ideas religiosas (x ej.) que
ponen todo en manos externas es la ironía máxima que hace que nunca se llegue al
horizonte deseado.
Ver la
naturaleza desde afuera sin sentirse parte de ella es alienar nuestra
participación en la perfección de la vida misma, porque toda vida es perfecta por el mero hecho de SER, de
haberse concretado de una forma y no de otra.