La gente asocia la música clásica con las imágenes de perfección, de compostura, a veces de frialdad. Como si estas piezas tan armadas fueran lo anti-natural. Anti-natural, seguro, en la época actual en que las formalidades ya no tienen el peso y el significado que antes tenían. De hecho, pensándolo bien, no entiendo cómo es que habiendo piezas de música clásica tan poderosas, tan pasionales, se las tilde de "perfectas" con ese matiz de reprimidas a lo "Stepford Wives" por no ser un cambalache que explota sin orden.
Alguna vez escuché acerca de un compositor, decir que él no componía la música, sino que ella ya existía en la naturaleza, y él se tomaba el trabajo de recolectarla. Siempre me pareció bellísíma esa idea de algo ya existente, algo perfecto, pero cada vez más noto que el ideal de perfección no solo no existe en la realidad, sino que es todavía más imposible, en tanto sea un ideal cuyos jueces no sean uno mismo, sino los demás.
Hoy día se privilegia la naturalidad, la expresión libre, la falta de métrica y regla. Poesías sin estrofas contadas, música de plaza, jams, improvisaciones, adaptaciones... Es como si nos hubiéramos querido acercar cada vez más hacia una idea genuina de realidad, sin embargo, esta realidad se evapora en el desinterés y falta de valor puestos en su producción. El porqué hay tanta creación que resbala, hay tanta variedad pero tan poca con memorabilidad, con peso; contrario al esmero y trabajo y dificultad conllevados en la producción artística o musical del siglo XV, por ejemplo, donde cada nota, cada arreglo era pensado, y en consecuencia el arte mucho más valorado. Hoy día, alguien surge con el cuadro de una mujer con una especie de sonrisa escondida y no nos causa nada. ¿Cual es el factor que destaca algo increíble, una verdadera pieza de arte? En aquellos tiempos el valor residía en la distinción de las peronsas cultas y los no cultos, los que podían apreciar tal música, los que la entendían y para quienes no significaba nada. Entonces, ahí también hay una falta de realidad, una sobre-ornamentación del arte para trazar más claramente la línea entre quienes podrían acceder a él y quienes se mantendrían al margen. Esa "realidad" era una fachada deseada. Como siempre en la historia, no es el valor propio de la producción sino aquella línea divisoria lo que la mayoría de la gente aspira cruzar. En ella reside el valor, en un factor externo a nosotros mismos. Y, sin embargo, no dista tanto de la actualidad.
Inconscientemente me encuentro en la búsqueda de lo más genuino, lo más real, qué época es preferible, qué ideales; sin darme cuenta de que volví a caer en la trampa en la que cayeron los griegos: la búsqueda del bien y del mal. ¿Hay bien o mal, o es que es todo relativo al punto de vista desde el que se juzgue? Música clásica, música actual... esta no es una discusión elitista, por el contrario. Mi gran pregunta no es cual es mejor, sino qué hay detrás de cada momento artístico. Pretender identificar cual es más genuina o valerosa no tiene sentido porque ambas eran sostenidas por complejos sistemas de creencias sociales. Cada una tiene sus caretajes, ninguna toca fielmente la "realidad"....
Pero... ¿Porqué busco la más auténtica/real? Es como si le pidiera a un pintor impresionista retratarme un paisaje tal cual es. ¿En qué momento le pusimos más peso a la función del arte (representación acertada de la realidad) que a su sentir? El arte no tiene porqué poseer función alguna pues es sinónimo de belleza desprejuiciada, de amor, de libertad. Pero muchas veces para acercarnos a estas cosas, sentimos que tenemos que teorizar al respecto, darle algún tipo de sentido. Entonces perdemos la partida, porque el arte no pide sentido (aunque lo puede tener y es increíblemente rico encontrarlo aparejado de sus formas poéticas), sino sentimiento. Y qué tanto podemos hablar de sentimiento si nos expresamos en una lengua que nos es dada, si nos expresamos con ideales abstractos (libertad, amor...) que nadie sabe exactamente qué significan. Debe ser que las palabras sólo tienen significado en tanto cada uno se lo va estableciendo, y en tanto dejamos de pretender alcanzar EL verdadero sentido de semejantes palabras. Creo que ese es el gran chiste de la cuestión, no hay una respuesta. Cada uno es el juez que desesperadamente buscamos en el exterior.
Más allá de cuál represente mejor la realidad o los valores de su época, muchas veces olvidamos dar cuenta de lo que sentimos al ser embestidos por estos destellos. Destellos, punto. No lo son de nada, no tienen un único sentido. "Arte" es una ventaja enorme que nos permitimos utilizar, es un rótulo imposible de llenar, imposible de entender, imposible de sentir mientras se piense o intente satisfacer con vistas en la correcta definición.
Encuentro tanta belleza en el mirarse a uno mismo, en el egoísmo del placer, porque nadie puede sentirlo más que uno. Sólo uno sabe cómo le afecta una obra, una mirada, un recuerdo. Es privado, único, inefable. Qué belleza hay en el reconocimiento de la unicidad de cada uno, en el ser irrepetible, especial. Por eso no tiene sentido intentar sostener la realidad de una época o corriente artística: que el arte clásico o el arte contemporáneo es más o menos genuino (menos frío y rígido como decía al principio). Ninguna forma artística será genuina en tanto no toque, en tanto no interpele directamente con el creador/observador, en tanto no le haga SENTIR algo y le despierte algún tipo de respuesta que le sea completamente privada y única, más allá de los estándares artísticos vigentes.
Creo que el arte tiene por naturaleza el egocentrismo, es la vuelta a uno mismo, a la propia mirada y naturaleza, es el darse placer. Y una vez que lo confundimos con darle placer al otro o dejar de mirarnos o intentar satisfacer los estándares de afuera, es que muere el arte y se vuelve la inerte masa mecánica de lo que alguna vez tuvo combustión propia...
Encuentro tanta belleza en el mirarse a uno mismo, en el egoísmo del placer, porque nadie puede sentirlo más que uno. Sólo uno sabe cómo le afecta una obra, una mirada, un recuerdo. Es privado, único, inefable. Qué belleza hay en el reconocimiento de la unicidad de cada uno, en el ser irrepetible, especial. Por eso no tiene sentido intentar sostener la realidad de una época o corriente artística: que el arte clásico o el arte contemporáneo es más o menos genuino (menos frío y rígido como decía al principio). Ninguna forma artística será genuina en tanto no toque, en tanto no interpele directamente con el creador/observador, en tanto no le haga SENTIR algo y le despierte algún tipo de respuesta que le sea completamente privada y única, más allá de los estándares artísticos vigentes.
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