Me esfuerzo, quiero cumplir las expectativas de quienes ponen su confianza en mí, y a veces pareciera que ese mismo deseo por concretar las cosas de la mejor manera, fuera lo mismo que hace que las arruine. A ver, arruine, tan dramático así, no. Al empezar un trabajo nuevo o conocer gente intimidante o querer realizar un proyecto o prueba...
A veces esta emoción nos protege, pero no siempre es lo apropiado el "preservarse" porque eso hace que nos conformemos con algo menor a lo que merecemos. El mismo miedo que te hace temblar cuando estás interactuando en una situación desconocida... parece traducirse a la presión de tener éxito. Y a veces esa presión no es tanto una motivación sino una traba. No para todos, pero para las personas cuasi-auto-destructivas, saboteadoras, sí. Inconcientemente se vuelve un querer concretar ese mismo pesimismo. No es algo poco común, lo veo, en mi carácter de investigadora antropológica no autorizada, es esa misma cualidad que hace que el estar a la defensiva sea el eslabón necesario para que ese 'algo temido' se dé. Si queremos remontarnos a un ejemplo de la antigüedad, todo héroe que alguna vez recibió una predicción desfavorable, al querer huir de ella, terminó encontrándose exactamente en el lugar predicho. De chica, siempre imaginaba cómo sería una tragedia en que se predijera algo y el héroe se entregara a eso con valentía en vez de rehuirle... ¿Qué pasaría? Quizás ese destino fuera la enseñanza que el héroe necesitara para aprender y al liberarse de todo miedo, su destino finalmente se modificara. Es decir, al cambiar el curso de su vida, su futuro lógicamente sería otro.
El miedo es ciego y sordo. Confunde y nos inunda como la niebla: no veo nada, estará mi enemigo escondiéndose, temo, sufro... y quizás, estaba en el medio de un campo de flores pero nunca vi eso, únicamente vi aquella sombra enemiga como mi propio reflejo exterior. No sé exactamente cual sería el antónimo de "miedo", probablemente 'valentía', pero a veces pienso que es el 'placer'. Porque solemos suplantarlos o incluso, uno puede suceder al otro.
Por lo tanto, en un momento de inflexión y fragilidad, en vez de temer: entregarse al disfrute y ser uno al 100 % con el conocimiento de que no todo sale bien al primer intento. No perderse ante la presión de conseguir los objetivos, sino ponerse de objetivo el dar lo mejor de sí, sea cual fuera el resultado. Y saber que siempre se puede volver a intentar. El juez que nos juzga suele formar parte importante de esta ecuación, por eso creo que si intentas complacerte a vos mismo, en vez de a alguien más, siempre vas a ganar.
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