Ella llama por teléfono, hablamos, reacciona. Yo reacciono a su reacción. Esto así durante años. Y hoy veo que de alguna forma, su forma de ser, sus reacciones me moldearon, ella moldeó mi forma de tratar a la gente. Veo cómo lentamente en la crianza, los hijos van adoptando formas de ser que se condicen con las de sus padres. Nos creamos en función de ellos, casi como para ellos (inicialmente). Veo a un hijo como la respuesta de sus padres. Y detesto pensar que no somos nuestro propio argumento, sino que respondemos a una dialéctica ya existente... Mi eterno debate por el ideal de libertad y la pureza que no existe. Somos respuesta, pero no entiendo porqué, en algún punto dejamos de ser los interlocutores y tomamos su lugar, supongo que es cuando ellos ya no están que tenemos la sensación de tener que tomar su lugar. Entonces ya no les respondemos sino que pasamos a sostener el argumento que antes sostenían ellos. Lo chocante es que como inicialmente los vemos desde afuera, cuando todavía no interiorizamos sus costumbres, somos concientes de sus formas erróneas. Pero cuando pasamos a ocupar su lugar, el ideal que ellos nos proveyeron, no tenemos suficiente capacidad de abstracción como para ver que estamos continuando su camino. Tenemos la tendencia a repetir sus conductas, sus historias. Mi lado tempestuoso se frustra pensando que estamos encadenados en un loop eterno..., y es ahí cuando encuentro un posible momento optimista: quizás nos ponemos en la piel de ese único caminante encarnado por nuestros padres, y sus padres antes que ellos, y los suyos antes. El tema es que él no camina en línea recta y siempre de la misma forma, sí, continúa un camino pero cada ser que lo encarna parte de el camino anterior para caminar a su manera.
Se me vino esta loca teoría a la mente. Yo soy super reduccionista, creo que todo se equivale con todo, todo es reflejo de todo, y así podemos encontrar respuestas en todas partes. Pero nunca se me había ocurrido hasta ahora pensar en todos los seres como los diferentes actores que encarnan un mismo personaje, el Caminante.
Pero muchas veces veo que la gente no asume su participación en ese rol sino que busca apropiárselo, pretende preservar esa línea que ellos caminaron y no admitiendo que su continuador la cambie. A veces veo la paternidad como una jaula de poder e influencia. Incluso cuando los padres desean que los hijos hagan su propio camino, terminamos repitiendo el suyo. ¿Porqué? ¡Será que aprendemos por imitación, por reiterada exposición, y no por lógica, que estamos condenados a repetir los pasos de nuestros padres? Eso no es libertad, especialmente si somos tan diferentes a ellos o si simplemente observamos sus errores y no deseamos lo mismo para nosotros
¿Cuando termina la cadena, cuando es que alguien se aparta y hace su propio camino; cómo se hace eso?
El otro día estaba pensando que no podemos vivir sin el otro, no solo emocionalmente sino biológicamente, físicamente necesitamos del otro, de la madre para amamantar, de la pareja para preservar la especie, de algún otro para sobrevivir en el entorno... Hay una necesidad desesperada por vivir, el miedo a la muerte cumple su función al apurarnos y forzarnos a vivir y hacer algo con nuestra vida. Pero muchas personas ven esto como una motivación para no morir y vivir eternamente de la única forma que ven posible: tener hijos. Preservarse por medio de un otro, una ingenua ilusión que nos tranquiliza "ah, aunque sea dejo algo en el mundo, lo afecto, lo modifico, dejo mi huella y sé que después de que me vaya, todo lo que hice va a seguir ante los focos de el narrador/observador que dejo". El miedo más grande es a que se evapore todo lo vivido, que pierda importancia, y la única forma de preservar su importancia es que alguien continúe mirándolo. Un actor actúa por placer, pero su obra COBRA sentido cuando tiene espectadores.
Queramos o no, nuestra forma de ser toma forma por el molde dentro del cual nacimos. La naturaleza nos enseña que los animales que nacen del huevo tienen que romperlo para hacer su vida, crecer y poner sus propios huevos. Supongo que querer romper el molde es la forma de hacerlo, de liberarnos, mas, encuentro que cuanto más desesperados estemos por hacerlo, cuanto más rechazo tengamos por el molde, más nos hundimos en él. Porque nunca nos vamos a despegar del todo de nuestras raíces, por más que queramos, no nacemos de una lechuga, nacemos de una historia y dentro de una historia que comenzó mucho antes que nosotros y terminará mucho después. Lo único, lo más difícil por hacer es aceptar esa historia, aceptar que no estamos (ni podemos estar) solos y participar en la encarnación del Caminante: Dejando de lado purezas o ilusiones de comenzar de cero porque es saber común que todo se construye en el tiempo, y si seguimos destruyendo nuestras bases para volver a construirlas, nunca lograremos elevarnos más de un piso. Pero si hacemos uso de las bases y comenzamos a construir sobre ellas a nuestra forma sin dejarnos condicionar del todo por ellas, dejaremos realmente un legado valioso: una vida bien vivida.